Vives y el ideal de "humanitas"


La doctrina pedagógica de Juan Luis Vives (1492-1540) asume a un tiempo su sabiduría práctica sobre la enseñanza de las artes liberales y su concepción del hombre y de la entidad humana, referida a Dios, a la comunidad social y política, y a la propia e intrínseca estructura personal. Su inquietud de reforma educativa nace en el instante en que inicia sus estudios en la Universidad de París (1509), donde estudia durante unos años dos cursos de dialéctica, y tres de filosofía (natural, moral y metafísica).

La Sorbona acusaba desde años atrás una crisis profunda por su escolasticismo a ultranza que se resistía impenitente al renacimiento humanístico, con aires de racionalismo religioso, político y moral. A todo ello se unía la corrupción moral que minaba el ambiente estudiantil, y los enfrentamientos, con frecuencia violentos, entre grupos de todo tipo, no sólo por razones ideológicas o de pensamiento. En la Facultad de Artes, cuyos profesores estaban agrupados en cuatro «naciones» -francesa, normanda, inglesa y alemana- apenas se enseñaba el trivium y el cuadrivium, y lo que de estas artes liberales se decía no alcanzaba
los mínimos.

La experiencia pedagógica comienza en Brujas siendo preceptor de Margarita, hija de los Valdaura, con la que se casaría diez años después (1524), y se consolida en Lovaina como preceptor de Guillermo de Croy, arzobispo electo de Toledo, y como profesor de aquella Universidad. En esos casi diez años, repletos de estudio intenso y de lectura en los clásicos, la relación con otros humanistas, Erasmo, Budé, Moro y Lefévre es decisiva. Sin embargo la etapa de Vives en Inglaterra (1523-1528) contribuirá enormemente a su humanismo pedagógico y a su afán innovador; la reforma educativa en Inglaterra durante la primera mitad del siglo XVI fue, sin lugar a dudas, el sustrato de la obra pedagógica de Vives; las ideas de Vives sobre educación coinciden, cuando menos en parte, con las líneas generales del humanismo inglés. En Oxford enseña Humanidades y Derecho en el Colegio Corpus Christi; posteriormente, en Londres, Vives se halla unido al círculo de Tomás Moro, en el que se encuentra a gusto, aunque en ocasiones disienta con algunas actitudes de sus componentes: la crítica histórica de la Biblia (Colet) y el uso de la sátira lucianesca como arma social (Moro y Erasmo).

Después de tener que abandonar Inglaterra en 1528, «como enemigo del rey y desobediente a la reina, y ambos me retiraron toda pensión real», Vives fija su residencia en Brujas. Comienza un periodo de madurez, y de aislamiento, en el que abundan los escritos pedagógicos y de doctrina psicológica; aparecen De disciplinis (1531) (en dos tomos: Causas de la corrupción de las artes y Tratado de la enseñanza) y Tratado del alma y de la vida (1538). La orientación moral de la educación que había asimilado del humanismo inglés se posa con rasgos definitivos en el pensamiento pedagógico de Vives, aceptando una modulación clásica principalmente de raiz socrática y estoica: la vena principal del proceso educativo está en la moral, y junto a ella la formación estética de la palabra, es decir, la elocuencia como arte de comunicación: «la palabra se gana las almas
y domina los afectos en lo cual tantos hombres son impotentes. [...] Por
mi parte, no veo que haya nada más expeditivo y práctico para las comunidades
humanas que el lenguaje bien formado y bien cuidado».

La Dialéctica, ciencia del razonamiento y de sus leyes, ha de ser considerada
justamente como «ayuda de las otras artes, no como fin, sino como medio instrumental del saber del hombre». La primera virtud, que un maestro ha de tener para comunicar la verdad, consiste, pues, en el buen uso del entendimiento y de la razón, no sólo para llegar a la auténtica sabiduría, sino también para enseñarla de modo que sus discípulos la entiendan claramente. En Contra los pseudodialécticos, Vives critica con dureza los viejos métodos de la escolástica decadente, llenos de sofismas, falacias, e inexactitudes, y clama contra quienes creyéndose en posesión de la verdad se hallan sumidos en el error o en la ignorancia. Urge, por tanto, investigar las causas de la corrupción de las artes, por las que los hombres han arrivado a la falsa sabiduría, poner remedio a ellas, e iniciar después el camino de la verdad, sin olvidarse de que la Dialéctica es sólo un arte instrumental, un «modo de hacer uso» de la razón y de la palabra (8). ¿Cuáles son estas causas?

En primer lugar, las pasiones desordenadas embotan el alma y obnubilan la agudeza de ingenio. Entre ellas, la soberbia del pseudodialéctico, «deseo de sobresalir y descollar de manera que parezca que tiene lo que ningún otro tuvo», se manifiesta con frecuencia en hacer difícil lo que es sencillo por naturaleza, por un exceso de sutilezas y «abuso» de la razón, en adoptar posturas dogmáticas y radicales ante verdades no suficientemente demostradas, en no admitir la verdad de los otros.

Los enfrentamientos armados de los pueblos constituyen también un grave retroceso para la cultura de las artes; los pueblos en paz hacen florecer el saber y la comunicación de la verdad; la guerra «oprime inevitablemente las buenas letras, las bellas artes, y la religión» y frustra la oportunidad de una lengua común para todos los hombres, cualquiera que sea su patria. Los hombres han malogrado las dos ocasiones más oportunas que la historia les ha deparado para constituir una cultura universal, y una lengua común, la «helenización» y la «romanización». ¿Acaso Vives piensa en la posibilidad de una tercera ocasión?

En Vives, como en Erasmo, los grandes del Renacimiento europeo, subyace aún la idea tradicional de la república cristiana, moldeada por la humanitas, a la que perteneciesen todos los hombres, como ciudadanos de la misma «ciudad»; éste, y no otro, es el verdadero sentido del dicho erasmiano "ego mundi civis esse cupio", en el que el cosmopolitismo cultural no contradice el sentir nacionalista de la incipiente política moderna.

(A. Capitán Díaz, "El humanismo pedagógico de Juan Luis Vives", 1984. Texto completo en este enlace)