Aristóteles en el Renacimiento, entre el eclecticismo y la purificación


Los pensadores renacentistas respondieron a los escritos de Aristóteles con una multitud de opiniones sobre el maestro. Muchas tendencias divergentes se congregaban en torno a la escuela que generalmente se denominó aristotelismo. El examen de la literatura sobre la cuestión, especialmente la producida durante el siglo XVI, manifiesta que el corpus Aristotelicum se utilizó para una gran cantidad de fines y que Aristóteles sirvió como punto de partida de muchas investigaciones y propició distintas perspectivas para la comprensión del mundo. [...] El aristotelismo no fue estático durante el Renacimiento sino que se desarrolló en muchas direcciones diferentes; fue transformado por el humanismo y esta transformación más tarde condujo a un retroceso. Pero el efecto de factores externos quizá puede ser ilustrado más efectivamente de otro modo más específico: mostrando el grado en el cual la filosofía aristotélica fue de hecho ecléctica, en la medida en que tuvo la capacidad de apropiarse para sus propios fines de otras doctrinas filosóficas y científicas. [...]

Eclecticismo es un término frecuentemente aplicado al desarrollo del
platonismo y del neoplatonismo. Caracteriza correctamente a muchos de los
seguidores de Platón de fines de la antigüedad y a figuras renacentistas tales
como Ficino y Pico, que incorporaron una buena cantidad de material no
platónico en sus síntesis. El término generalmente significa un tipo de filosofía,
teología o ciencia que toma libremente más de una tradición intelectual,
utilizando una serie de fuentes para liberarla de las inconsistencias y dejar de
lado los problemas que surgen cuando cualquier sistema intelectual –no importa
cuan brillante y original sea– es sometido a un intenso escrutinio durante largo
tiempo. El eclecticismo, sin embargo, se aplica tanto al aristotelismo como al
platonismo y a otras filosofías, y en verdad la historia entera de la escuela
peripatética ha estado marcada por esa tendencia, algunas veces de modo más
evidente que en las otras escuelas.

El eclecticismo en la filosofía aristotélica puede ser señalado al menos
desde dos perspectivas. Primero puede ser tomado como el impulso general que tuvieron algunos aristotélicos de tomar material de fuentes no aristotélicas simplemente porque pensaban que las ideas que contenidas en los textos de
otras tradiciones se podían usar provechosamente para afirmar su propia
filosofía. Una segunda modalidad se encuentra en la tendencia a aceptar nuevos desarrollos, particularmente en las ciencias y en las disciplinas formales, que ofrecían claramente una doctrina superior a aquella que se deriva de las fuentes aristotélicas habituales. Ambos tipos de eclecticismo son aplicables al período que estamos considerando: el primero como parte de la historia general de la relación del aristotelismo con otras filosofías; el segundo emergió sólo después de que el avance científico produjo choques significativos con la doctrina tradicional, lo cual desencadenó un movimiento que tendía al ajuste interno en respuesta a los cambios que se estaban gestando en los criterios y en los contenidos. La distinción se hará más clara cuando nos adentremos en la cuestión.

La consideración del problema a largo plazo de la relación de Aristóteles
con otros sistemas filosóficos revelará que la escuela peripatética,
aparentemente tenaz e impenetrable, ha albergado incesantemente un fermento
ecléctico. Incluso los primeros seguidores de Aristóteles, como Estratón y
Teofrastro, plantearon puntos de desacuerdo con el maestro sobre cuestiones
mayores y menores. Por ejemplo, Estratón al rechazar el principio aristotélico
fundamental del horror vacui, postuló claramente la existencia de vacío.
Teofrastro encaminó toda la filosofía en una dirección radicalmente empírica y
también criticó la teoría del maestro sobre el “motor inmóvil”.

A fines de la antigüedad los peripatéticos, no menos que otras escuelas,
formaban parte de una corriente de sincretismo y eclecticismo en gestación. Esto se refleja en los comentarios griegos compuestos entre el siglo IV y el siglo VI de nuestra era que han llegado hasta nosotros. Si bien hubo poca continuidad directa con algunas tradiciones peripatéticas anteriores, el eclecticismo a gran escala y el intercambio de ideas crearon una situación en la cual los comentarios y los trabajos interpretativos escritos sobre Aristóteles se hicieron en general desde una cosmovisión neoplatónica. Así, la obra de Temistio, Ammonio, Filopón y Simplicio sobre Física, De anima, Organon y otros escritos tenían una definida tendencia neoplatónica. Esto es evidente en la interpretación de ciertos textos claves de la Física que iban a causar un gran impacto más tarde en el desarrollo de las ideas científicas durante la Edad Media y el Renacimiento. Por ejemplo Filopón, un intérprete alejandrino cristiano del siglo VI, fue abiertamente crítico de doctrinas aristotélicas centrales y cruciales tales como el movimiento local y el movimiento de los proyectiles, sugiriendo soluciones bastante poco aristotélicas para reemplazarlas

Tales tendencias a modificar la doctrina peripatética convocando tradiciones externas continuó a lo largo de la Edad Media. Un ejemplo particularmente digno de notar es Tomás de Aquino, cuya metafísica, como hoy es generalmente reconocido, es más neoplatónica que aristotélica. Mientras que la forma externa del lenguaje de la exposición de Aquino es muy aristotélica, su núcleo es una metafísica de la participación que no tiene una base genuina en Aristóteles. De hecho, se trata de una de las doctrinas centrales del neoplatonismo que se desarrolló muy naturalmente a partir de la teoría de las formas de Platón y su consecuente doctrina de la participación. Si bien Aquino no conoció directamente a Plotino y conocía sólo parcialmente los voluminosos escritos de Proclo, derivó de fuentes intermediarias latinas y árabes (especialmente del Liber de causis que por entonces se adjudicaba a Aristóteles) la información suficiente para permitirle formular un sistema metafísico con un grado de eclecticismo del cual probablemente no era consciente. Gran parte de la mezcla de elementos con la doctrina aristotélica fue inconsciente e insospechada, como lo había sido muchas veces en la antigüedad e iba a serlo una vez más en el Renacimiento.

Quizá la razón más importante de las distorsiones era que se le
adjudicaron al maestro muchas obras espurias de gran circulación –con
frecuencia de naturaleza sin duda no aristotélica, tal como el Liber de causis que es casi Proclo puro. En todo caso, durante el Renacimiento los problemas que enfrentaron los filósofos se intensificaron, aunque más no fuera porque los estudiosos tenían a su disposición una cantidad mucho más vasta de materiales relevantes para la solución de cualquier tema. Esto propició muchas respuestas diferentes. Una solución era intentar regresar al Urtext o al menos a las Urideen de Aristóteles y quitar todos los agregados extraños incorporados por la
tradición. Este era el procedimiento de algunos italianos del siglo XVI y condujo a un aristotelismo purificado quizá más en conformidad con el griego que todo lo que se había producido en la Edad Media. Pero el método filosófico de la mayoría de los otros aristotelismos fue muy diferente. Implicaba muchos grados
de disolución de la doctrina genuina como consecuencia de agregados de todo
tipo.

(Charles B. Schmitt, El aristotelismo en el Renacimiento. Universidad de León, 2004, pp. 104-108).