Pietro Paolo Vergerio y la formación de los hombres libres


Nacido en Capodistria, en 1370, Pietro Paolo Vergerio estudió gramática y dialéctica en Padua (1385), antes de trasladarse a Florencia (1386), donde enseñó dialéctica, estudió derecho civil y adquirió los primeros conocimientos del griego antiguo. En la misma Florencia entró en contacto con el humanismo incipiente, promovido por Coluccio Salutati, y conoció al sabio sacerdote Francesco Zabarella, docente de derecho, que lo hospedó y le presentó al príncipe Francesco Novello da Carrara, señor de Padua entonces en el exilio. Pietro Paolo, tal vez con la esperanza de llegar a ser preceptor del su hijo Ubertino, se puso al servicio de Francesco Novello, siguiéndolo antes a Bolonia (1388), donde enseñó dialéctica, emprendió el estudio de la física y de la medicina y compuso la comedia Paulus, ad iuvenum mores corrigendos, y luego a Padua (1390), donde siguió compaginando su labor docente con la de estudiante y entró a formar parte del círculo de Giovanni da Ravenna, humanista italiano de origen húngaro, del cual conoció a varios discípulos, entre ellos Guarino da Verona y Vittorino da Feltre, futuros maestros de maestros y auténticos gigantes de la historia de la pedagogía occidental. En Padua, Pietro Paolo publicó una edición del poema Africa de Francesco Petrarca y abrazó probablemente el estado eclesiástico. Entre 1397 y 1414, Pietro Paolo vivió en diferentes ciudades: Bolonia, Roma, donde conoció al cardenal Cósimo Migliorati, el futuro papa “humanista” Inocencio VII, de nuevo Bolonia, Florencia, donde perfeccionó el griego antiguo con el sabio Manuele Crisolora, Padua, donde compuso su obra maestra, el De ingenuis moribus, dedicado al mencionado Ubertino, y de nuevo Roma (1405), donde, en plena crisis del pontificado, entró al servicio de Inocencio VII y colaboró con otros grandes humanistas como Poggio Bracciolini o Leonardo Bruni.

Sus profundos conocimientos de derecho tanto canónico como civil llevaron a Pietro Paolo al Concilio de Constanza (1414-1418), donde fue elegido como uno de los cuatro votorum scrutatores y donde conoció al rey de Hungría y de los Romanos Segismundo de Luxemburgo, que lo honró con la corona de poeta laureatus. Del 1415 al 1426, Pietro Paolo trabajó al servicio de Segismundo, en calidad de referendarius, es decir de asesor jurídico, estableciéndose en 1418 en Hungría, donde decidió quedarse el resto de su vida, dedicándose a la traducción de textos clásicos, como la Vida de Alejandro Magno del historiador griego Arriano, y donde trabó amistad con intelectuales como János Vitéz y Gregorio de Sanok, llegando a ser considerado el auténtico “faro” del humanismo magiar.

El 4 de mayo de 1444, en presencia del notario imperial Pier Paolo de Buionis, Pietro Paolo Vergerio, mente sanus licet corpore languens, dictó su testamento. El 8 de julio de ese mismo año, olvidado por todos y tal vez víctima de ataques transitorios de demencia, murió en su casa. Quiso ser sepultado en la Iglesia de San Nicolás de los Frailes predicadores en Buda.

De ingenuis moribus et liberalibus studiis (De las nobles costumbres y de los estudios liberales) fue escrito en Padua en los primeros seis meses de 1402. El tratado se compone de dos partes, precedidas por una dedicatoria a Ubertino da Carrara, tercer hijo de Francesco Novello, señor de Padua. En la dedicatoria, Vergerio expone los tres deberes de los padres hacia sus hijos: ponerles un nombre decoroso,  permitirles vivir en una ciudad importante y educarlos en artes provechosas. El último deber es, sin duda, el principal, porque será gracias a la práctica de las mismas que los jóvenes podrán llegar a la posesión de la virtud, fin último de toda educación.

En la primera parte del tratado, Vergerio ilustra las principales características de un joven en formación que aspira a ser un hombre realmente libre, fueran cuales fueren las circunstancias en las que se viera obligado a vivir: el amor a la alabanza y a la gloria, el obedecer de buena gana a los mayores; rehuir el ocio y el amor a la disciplina; y ser de naturaleza bondadosa y dispuesto al perdón.

Los instrumentos más eficaces para acompañar el desarrollo de un joven dotado de dichas características son, en opinión de Vergerio, los homines probati, es decir, los hombres de comprobada sabiduría, que brindan al adolescente un espejo de virtud en el cual examinarse con sinceridad valiente. El joven, sobre todo el destinado a gobernar, elegirá con gran atención a sus maestros y, espejándose en ellos, aprenderá a conocer y a templar sus propias tendencias naturales, para llegar a vestirse de la mencionada virtus, hábito precioso y perenne.

La idea de Vergerio da vida al étimo de la palabra clásica magister: de hecho, “maestro auténtico” es el que lleva al alumno (es decir, el que se alimenta de la auctoritas del maestro mismo, de su capacidad de augere -hacer crecer y prosperar- al discípulo) a ser magis, es decir, a ser “más grande”. Después de la definición de studia liberalia como estudios “dignos de un hombre libre”, definición derivada de un célebre pasaje de una epístola de Séneca a Lucilio, Vergerio introduce al lector en las diferentes disciplinas que constituyen a su juicio el currículo perfecto: la historia, que nos ofrece los ejemplos a seguir o a evitar; la filosofía moral, que nos muestra nuestros deberes y nos hace realmente libres; la elocuencia, que nos enseña a expresar con claridad nuestras ideas y nos brinda por tanto la herramienta clave de la vida civil; las letras, la gimnasia, la música, la poesía y el dibujo, esenciales para que la formación resulte completa; las matemáticas, la astronomía y las ciencias, que nos ponen en contacto con las maravillas de la Naturaleza; la medicina y el derecho, disciplinas útiles para la salud del cuerpo y para la vida diaria, aunque, en opinión del autor, no demasiado nobles; la teología, objeto puro de nuestra inteligencia. Lejos de pensar que una persona pueda profundizar en todos los ámbitos del conocimiento, Vergerio defiende la exigencia de una especialización progresiva, conforme a la índole de cada uno, enemiga de cualquier exceso y consciente de la necesidad del cuidado atento del cuerpo y de las sanas diversiones.

El De ingenuis moribus tuvo enseguida una enorme acogida en toda Europa: intelectuales y políticos como el italiano Coluccio Salutati, el francés Guillaume Fichet, el alemán Jakob Wimpfelling o el húngaro János Vitéz, al igual que maestros como los ya mencionados Guarino da Verona y Vittorino da Feltre, fueron algunos de los posesores de los más de 200 códices y de las más de 40 ediciones antiguas de la obra.

Angelo Valastro Canale

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