Savonarola, reformador y profeta


Girolamo Savonarola (1452-1498), monje dominico denominado por sus seguidores cultos el "Sócrates de Ferrara" y por la masa total de sus seguidores "profeta de Dios", está indisolublemente vinculado a Ia Florencia de finales del siglo XV y junto con esta ciudad a las tradiciones de renovación social y religiosa que, con independencia de transformaciones espacio-temporales, hundía sus raíces en los siglos inmediatamente anteriores. El primer contacto del dominico con Ia ciudad del Arno se había producido en los años 1482-1487: ya durante esos años había predicado por Florencia y la Toscana, incluso incidiendo en los temas del castigo y renovación divinos de la Iglesia, pero parece que su predicación no obtuvo una gran resonancia. Pero en 1490 Lorenzo el Magnifico, por recomendación de Giovanni Pico, reclama de sus superiores Ia presencia de Savonarola en Florencia. Se abría con ello el periodo (1490-1498) que, muy en consonancia con la crisis del sistema político de equilibrio entre los Estados italianos y con Ia intervención francesa, iba a transformar decisivamente el ambiente cultural, las directrices del pensamiento, e incluso el aspecto total de la vida florentina.

Ya en Florencia empieza a articularse desde el primer momento en tomo a Savonarola un creciente movimiento popular; sus sermones (primero en San Marco, luego en Ia catedral, escuchados por ocho o diez mil personas que acudían con dos o tres horas de antelación para "coger sitio") inciden sobre Ia critica y la denuncia del tiempo contemporáneo, en la Iglesia y en Florencia: critico de Lorenzo el Magnífico, de su régimen político y de la vida cultural y religiosa florentina, Ia predicación savonaroliana incide sobre la necesidad de una reforma religiosa y moral del mundo humano, esto es, de una regeneración total del hombre y de la comunidad social cristiana. Los predicadores antisavonarolianos catapultados por Lorenzo el Magnifico para neutralizar la influencia savonaroliana, apenas obtienen eco entre la población florentina, mayoritariamente arrebatada por la palabra y por el uso que el fraile hace de profecía, movilizando ansiedades, angustias, insatisfacciones, culpas y anhelos profundamente enraizados en Ia tradición religiosa: ante Ia profunda degradación y corrupción de la Iglesia, es decir, del mundo humano, Dios se apresta ya a intervenir directamente; muy pronto sobrevendrán el necesario castigo, la penitencia, y tras la ineludible purga -tras la separación de la cizaña- la cristiandad alcanzará la reforma.

Los "prodigios" y eventos milagrosos que acompañan la predicación savonaroliana y que se producen por doquier, pero sobre todo la misma capacidad de "profeta" presente en Savonarola garantizan a la población florentina, a las masas de sus fieles "llorones" (piagnoni; nombre con el que eran designados los savonarolianos por sus detractores), que el monje dominico es -como reza el pie del retrato contemporáneo mas divulgado, obra de fra Bartolomeo- "propheta missus a Deo". Sobre toda Florencia pesarán, fundamentalmente, como testimonio de esa dimensión excepcional del fraile, dos de sus profecías: su predicción de la muerte de Lorenzo el Magnífico, ocurrida inesperadamente en 1492; su aviso de la inminente llegada desde más allá de los Alpes del "nuevo Ciro", es decir, de la espada (gladius) mediante la cual Dios dara comienzo a su obra de castigo, purgación y reconstrucción de su rebaño humano, en lo cual se vio a posteriori la profecía de la bajada a Italia en 1494 de Carlos VIII de Francia.

Pero la adhesión a Savonarola y su reforma, su veneración como profeta, no se limitaba a los círculos populares "llorones"; se extendió también y prendió entre las filas de Ia aristocracia intelectual: el circulo platónico-ficiniano se dejó también seducir y arrebatar por el profetismo milenarista y purificador encarnado en el dominico de Ferrara. El propio Marsilio Ficino considero en un principio a Savonarola "profeta elegido por Dios" y no parece haber adoptado una actitud abiertamente hostil hasta 1497. En líneas generales, todo el circulo ficiniano se hace savonaroliano en una medida más o menos completa: Giovanni Pico della Mirandola, Ugolino Verino, Paolo Orlandini, Girolamo Benivieni y sobre todo Giovanni Nesi. Miembros del circulo platónico parecen además haber formado parte de la Academia Marciana, foro de discusión filosófico-religiosa centrado en tomo a Savonarola en el mismo convento de San Marco.

Este savonarolismo de los miembros mas cualificados del círculo ficiniano nos obliga consecuentemente a matizar cuidadosamente la, por otra parte, cierta oposición y divergencia entre Ficino y Savonarola, entre reforma platónica y reforma savonaroliana. Aunque las diferencias podían ser explicitadas y agudizadas hasta el punto de hacer aparecer ambas posiciones y actitudes totalmente incompatibles (el mismo Savonarola haría afirmaciones en esta dirección), lo cierto es que los platónicos arrebatados por la profecía y el milenarismo savonaroliano jamás sintieron dicha incompatibilidad, sino, por el contrario, una armonía y conciliación plenas, como muestra por ejemplo que Paolo Orlandini coloque juntos en el cielo (en su Somnium de novo seculo) a Ficino y Savonarola, o que Giovanni Nesi unifique como plenamente coincidentes la sabiduría esotérica pitagórico-órfica-platónico-hermético-cabalística aprendida de Ficino y Pico con Ia exigencia savonaroliana de reforma eclesiástica y humana.

Ante el peso tan decisivo de Savonarola en Florencia no es extraño que (tras Ia bajada a Italia de Carlos VIII a finales de 1494 y Ia huida de Piero de Medici de Florencia, con el consiguiente hundimiento del régimen mediceo en los primeros días de noviembre de dicho año) el monje dominico dirigente e inspirador de un amplísimo movimiento de masas en Ia reestructuración política de Florencia. Tal papel, además, venía impuesto a la población florentina por Ia aplastante dimensión divina y profética de Savonarola: sus profecías de Ia muerte de Lorenzo el Magnifico y del papa Inocencio VIII se habían cumplido en 1492; se había cumplido también su profecía de advenimiento del "nuevo Ciro", de la "espada" gobemada por Dios para castigar Ia corrupcion de la Iglesia y de Italia; también se había realizado su aviso de Ia expulsión de los Medici de Ia ciudad. Todo ello confería, por tanto, a Savonarola una enorme autoridad religiosa, moral y política. Era una consecuencia natural pensar que estaba en marcha el proceso de purgación y renovatio descrito por el fraile; era lógico pensar que la reforma de Florencia (politica, moral y religiosa) debía seguir el plan divino transmitido por Savonarola como primer acto de Ia reforma total de Italia, de Ia Iglesia y de Ia conversión al cristianismo de los infieles. No es extraño que esta fusión de profecía, religión y política produjera una fuerte impresión en Nicolás Maquiavelo, que en aquellos momentos contaba ya 25 años; aunque carecemos de
testimonios procedentes de estos años, no es nada absurdo pensar que su experiencia de Savonarola haya contribuido fuertemente a moldear su tesis de la necesidad en que se encuentra todo reformador político de ser al mismo tiempo reformador religioso, para llevar adelante e imponer su reforma política.

(Miguel A. Granada, Cosmología, religión y política en el Renacimiento. Anthropos, Barcelona, 1988)

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