La Genealogía de los dioses paganos: un manual que cambió la historia


Reproducimos las primeras páginas del estudio introductorio que María Consuelo Alvarez y Rosa María Iglesias incluyeron en su edición de la Genealogía de los dioses paganos, de Giovanni Bocacciouno de los libros que mayor influencia tuvieron para la recuperación del legado clásico en el Renacimiento, por cuanto suponía una compilación de información despojada de valoraciones moralizantes, como había ocurrido durante la Edad Media. Esta obra se constituyó rápidamente en una fuente de inspiración, no sólo para humanistas y filólogos, sino también para pintores y escultores que querían documentarse para la creación de sus obras de temática clásica.

La mayor empresa y la más representativa de la experiencia de erudito y humanista de Giovanni Bocaccio es la composión de los quince libros de la Genealogía de los dioses paganos, obra que elabora siguiendo la petición de Hugo IV de Lusignano, rey de Jerusalén y de Chipre, y a la que da comienzo antes de 1350, vertiendo en ella todo el caudal de conocimientos que a lo largo de su vida ha ido adquiriendo. Es comúnmente aceptado que en 1360 Boccaccio dio término a su Genealogía, pero la reelaboración y corrección de esta obra ocuparon a nuestro autor hasta su muerte en Certaldo en 1375 y sería quizá en estas reelaboraciones cuando Boccaccio le añadiría los dos últimos libros.

Sin duda el papel más importante para la corrección de su obra lo juega Leoncio Pilato, el calabrés que en 1360 llega a Florencia. Es él quien lo acoge en su casa y lo introduce en el Estudio Florentino para que allí imparta sus lecciones de griego. Pero antes de que Leoncio lleve a cabo la enseñanza del griego en el Estudio, tiene su primer alumno privado en Boccaccio. Este, que sentía gran interés por esa lengua y por toda la cultura griega, escucha con avidez la traducción que de la obra homérica hace Leoncio y así después introduce en su obra los datos que le ofrecen la Ilíada y la Odisea, obras que entonces por vez primera se dan a conocer en Occidente. El afán con que Boccaccio oye a Leoncio nos lo muestra él mismo en los capítulos sexto y séptimo del libro XV de la Genealogía. Gracias, pues, a la labor humanista y renacentista de Boccaccio, comienza a difundirse la obra homérica como consecuencia de las enseñanzas de este discípulo de Barlaam, pero mucho más aventajado que aquél y con mayores conocimientos del latín,como el mismo Boccaccio dice. Es Boccaccio, pues, quien descubre que en un mundo neolatino reviven las dos culturas de la antigüedad y él es consciente del papel que en esto desempeña y así lo pone de manifiesto en el capítulo séptimo del libro XV, capítulo íntegramente dedicado a la cultura helénica, diciendo: «También fui yo mismo quien, el primero, con mis propios recursos hice llegar los libros de Hornero y algunos otros griegos a Etruria, de la que habían salido muchos siglos antes para no volver, y los conduje no sólo a Etruria sino a la patria» donde se ve que los lleva a la propia Florencia, la patria.

Así, pues, Boccaccio comienza a ver que el Humanismo debe unir la humanitas latina y la griega. Las enseñanzas de Leoncio abarcan el período comprendido entre 1360 y 1362 y a partir de aquí sería cuando, en efecto, se dedicaría al perfeccionamiento de su obra. En esta línea hablan tanto Branca como Romano, quienes sostienen que quizá sería en 1363 cuando Boccaccio añadió los dos últimos libros. Ponen como punto de referencia el hecho de que en Genealogía, XIV, 10 habla Boccaccio del De remediis ad utramque fortunam de Petrarca como obra ya publicada y ésta se terminó en 1366. Por tanto, estos dos libros pueden ser una reelaboración o, mejor, que no se habían escrito y se habían añadido entonces. Muy controvertida es la discusión acerca de las sucesivas redacciones o arreglos de la Genealogía y muchos autores se han ocupado de ello, como Hortis, Hecker, Hauvette, Landi, Roniano, Osgood y Branca, entre otros. Sobre todo se han multiplicado —como apunta Branca— las controversias a partir de la edición de Romano de1951, edición no del todo fiable y con bastantes errores, de lo que hablaremos en su momento. Mas si hay algo claro es que estos dos últimos libros y las intercalaciones de los textos griegos no pueden pertenecer a la primera redacción puesto que Boccaccio no había recibido aún las enseñanzas de Leoncio. Según manifiesta Romano pertenecería del mismo modo a las últimas reelaboraciones el himno a la Virgen, del Proemio del libro IX, así como también la reforma del capítulo cuarto del libro XIV y de este mismo libro el capítulo noveno y del XV el capítulo noveno también.

La Genealogía de Boccaccio, a la que se dedica por la petición del rey Hugo de Jerusalén y de Chipre, obra que sin duda se sentía inclinado a componer ya desde su juventud, no es algo aislado, como se sabe, dentro de la producción medieval. Los dioses paganos, sus leyendas y manifestaciones en las diversas obras literarias, así como los héroes de la mitología clásica eran recreados ininterrumpidamente por los autores medievales. Pero estas leyendas de dioses y hombres no eran contadas de una manera simple y escueta, sino que eran expuestas desde el punto de vista de hombres no paganos con toda la carga de la simbología cristiana. Papel importante en esto lo juega toda la tradición moralizante de los apologistas cristianos y los Padres de la Iglesia, autores entre los que destaca de manera especial Lactancio Firmiano con sus Divinas Instituciones, en las que recoge la traducción de Ennio de la obra de Evémero, obra que recibe el nombre de Historia sagrada, a todo lo cual continuamente alude Boccaccio a lo largo de toda su obra.

No sólo va a influir este tipo de interpretación evemerista en la transmisión de los dioses paganos sino que también va a jugar un papel importante la interpretación astralista, que puede introducirse dentro de la interpretación simbolista o alegórica de la mitología. En efecto, Boccaccio acude a esta interpretación y pone de manifiesto así sus conocimientos de astronomía que había adquirido de Ándalo de Negro, el Cálmela del Fílocolo, su «venerable preceptor» genovés a quien conoce en Ñapóles, ciudad en la que éste muere quizá en el año 1334. Por medio de Ándalo entra en contacto con las obras clásicas de contenido astronómico y quizá así conoce el Poeticon astronomicon de Higino. Además de las obras del propio Ándalo Tractatus sphaerae materialis, Tractatus theoricae planetarum, Boccaccio ha conocido las obras de Paolo del Abaco Trattato d'abbaco d'astronomie e di segreti naturali e medicinali, escrito en torno a 1339. También conoce a Albumasar y su Introductorium in astronomiam,a quien se refiere, y a Alt ben Ridwan, médico y autor del comentario al Cuatripartito, mediante el cual, tanto a Ándalo como al propio Boccaccio, les era conocida la obra de Ptolomeo. Hay que suponer que todas las enseñanzas relativas a los astros y a sus fenómenos las obtuvo Boccaccio de todos éstos por mediación de Ándalo y también gracias a Paulo Perusino, en definitiva, de su estancia en la corte del rey Roberto en Napóles.

La corriente de moralización de los mitos paganos también es evidente. Hay que tener en cuenta que la Genealogía surge en el momento en que a Boccaccio le sobreviene su gran crisis espiritual. Por tanto no deben sorprendernos las interpretaciones morales. Años antes en Francia, en 1328, se había compuesto el anónimo Ovide moralisé, obra que moralizaba las Metamorfosis ovidianas; aparecen asimismo las Allegoriae a Ovidio de Giovanni del Virgilio, los Moralia super Ovidii Metamorphoses de Holkott y el Reductorium morale de Fierre Berquire o Petrus Berchorius, enciclopedia moralizante en quince libros, de los que el último es el Ovidius moralizatus,donde se moralizan las Metamorfosis de Ovidio, aunque no de manera completa, ya que se suprimen algunas leyendas que se consideran superfluas por parte del autor, añadiéndose otras tomadas de diferentes autores. Esta obra de Berchorius tuvo gran influencia en una importante y controvertida obra medieval que es el Libellus de imaginibus deorum.

Dentro de la tradición moralizante, pero fuera de Ovidio, hay que resaltar también la obra del franciscano inglés John Ridewall, que recibe el nombre de Fulgentius metaforalis, obra que tiene gran importancia para la composición del África de Petrarca, poema épico que tanto admiraba Boccaccio. Recogiendo todo este tipo de interpretaciones surge la gran obra de Boccaccio diferenciándose claramente de todo lo anterior y constituyendo el precedente de los manuales de mitología renacentistas y posteriores.