Angelo Poliziano: perfil y baladas


Angelo Poliziano, llamado así por nacer en Montepulciano (cerca de Siena, en la península itálica), nació el 14 de julio de 1454. Vivió en Florencia, en el seno de la familia Médici. Siendo ya un niño prodigio, su padre fue asesinado por sed de venganza. A los diez años de edad, ya sabía latín y griego; a los dieciséis, podía escribir versos en griego y a los dieciocho ya era un autor publicado. En 1472 tradujo los libros II, III, IV y V de la Ilíada en hexámetros latinos, dejando atrás los intentos previos de Leonardo Bruni y Lorenzo Valla. Eso atrajo la atención de Lorenzo de Médici, que le contrató como tutor para sus hijos​ y, además, fue amigo suyo y su protector. En 1473 le consiguió un puesto en el Studio Fiorentino de secretario privado.

Tradujo además al latín el Enquiridion de un seguidor de Epicteto, el Cármides de Platón y algunas Historias de Heródoto. Fue el primer filólogo occidental que pudo rivalizar con los inmigrantes griegos en el conocimiento del griego clásico. También fue el primero que introdujo enmiendas a textos griegos clásicos.
A partir de 1480 empezó a dar clases de literatura griega y latina. Algunos de los que asistieron a sus clases fueron Miguel Ángel Buonarroti, el erudito alemán Johannes Reuchlin y los humanistas ingleses Thomas Linacre y William Grocyn.

Poliziano rechazó la imitación ciceroniana que proponían los filólogos Gasparino da Barzizza y Guarino de Verona y se inclinó por la imitación ecléctica. No dejó ninguna edición completa en su corta vida; lo que se conserva son, por un lado, las innumerables acotaciones de sus libros, y por otro, los extractos de sus Zibaldoni autografi (Mezcolanzas autógrafas), su Miscellanorum centuria prima (1480) y su Miscellanea impresa en 1489, con interesantes notas lexicográficas y de crítica textual.

Compuso epigramas en griego, poemas en latín como prólogo a sus lecciones sobre autores (Sylva in scabiem, 1475), y algunos poemas en italiano, entre los cuales destaca el drama Orfeo y las 171 octavas que quedan de sus Stanze (Estancias), de 1494, compuestas para celebrar los amores de Giuliano de Médici y Simonetta Vespucci.

Fue uno de los primeros en hacer compulsas completas de códices, y esbozó un sistema de siglas para los manuscritos. Mientras tanto, ocupaba su tiempo para traducir al griego. Sus versiones de Epicteto, Hipócrates, Galeno, el Erótico de Plutarco y Cármides de Platón le distinguen como escritor. Sus obras tuvieron un efecto inmediato y duradero e influyeron en los estudiosos del siglo siguiente.

Reproducimos a continuación la traducción que Carlos López Narváez realizó de algunas de las Baladas de este humanista italiano.

I

Éranse en derredor violetas, lises,
entre la hierba renacidas flores
de azules, rojos, cálidos matices;
y pretendí que fueran sus olores
de tu rubio cabello los primores
con su vívida gracia engalanados.

Ya de flores colmados pecho y brazo,
vi las rosas de múltiples colores:
volé a llenar, entonces, tu regazo,
pues eran tan suaves sus olores
que el corazón se desató en amores,
de dulce anhelo en júbilo abrasado.

Y dije para mí: Jamás podría
señalar d'estas rosas las más bellas;
unas en su capullo todavía
otras pálidas, otras cual centellas.
Amor díjome entonces: Toma aquellas
que sobre las espinas han cuajado.

Cuando abre sus pétalos la rosa
y más rosa es la rosa y más loada,
en tu diadema será más hermosa
que en el rosal, del viento deshojada.
Niña: que sea en su esplendor cortada
la bella rosa del jardín cerrado.

II

Mirad que Amor me hizo un don ingrato,
pues me condujo a enamorarme en Prato.

Enamorado estoy de una doncella
a quien sólo de tarde en tarde veo.
Ni artes ni ruegos válenme con ella,
que envidia y celos miran mi deseo.
De cosecha esperanza no destella,
mas de tener sembrado el campo trato.
Mirad si amor me hizo un don ingrato,
que me condujo a enamorarme en Prato.

III

Quien quiera ver la célica morada,
de mi Hipálita, busque la mirada.

De los ojas de Hipólita desciende
el Ángel del Amor en llama viva;
el pecho frío como un ascua enciende
y el ánima tan dulcemente aviva
que cuando de la tierra se desprende
dice: "Al Edén he sido transportada".

Quien quiera ver la célica morada,
de mi Hipólita busque la mirada.

IV

¡Bienvenga Mayo
justador y gayo!

Bienvenga Primavera
que prende los amores.
¡Muchachas! en hilera
con vuestros amadores.

¡Bienvenga Mayo
justador y gayo!

La que en beldad florece
sea de amor la sierva,
porque no reverdece
la edad como la yerba.

No se niegue superba
del sol al tibio rayo
con su amador en Mayo.