El Apocalipsis de Durero: cuando la fe y la ciencia se dan la mano


Una visión estrecha y pobretona de la historia de la cultura europea ha querido ver en el Renacimiento una época propensa a lo laico en detrimento de lo sacro, hasta el punto de imaginársela como un preludio de la Modernidad ilustrada. Sin dejar de ser cierto que, poco a poco, a finales de la Edad Media el arte fue abriéndose a una variedad de temas incalculablemente mayor, de ello no se deriva que los artistas, y mucho menos las gentes comunes, abjuraran de sus creencias: simplemente, su mundo se enriquecía con nuevos atractivos. El caso de Alberto Durero es paradigmático: interesado por los autores clásicos y por el arte italiano (que pudo conocer de primera mano durante su viaje al país transalpino), así como por el cuerpo humano y los conocimientos científico y técnicos como herramientas para el saber, no le dio la espalda a la iconografía cristiana, al revés: de su mano salieron algunas de las magnas obras del arte religioso de todos los tiempos. Es el caso del Apocalipsis, cuya génesis y características glosamos en esta breve nota.

Con tan sólo veintisiete años, Alberto Durero realiza su primera gran obra xilográfica, el Apocalipsis. Se trata del libro más enigmático y oscuro de las Sagradas Escrituras, lleno de simbolismos y profecías difíciles de comprender. Durero no interpreta las palabras de la Biblia en su obra, sino que traduce las profecías al pie de la letra en imagen visual. En 1498 se publica en Nüremberg una edición latina y otra alemana. La edición latina se inspiró en la Vulgata de san Jerónimo.

Esta obra constaba de quince grandes estampas publicadas como libro, en cuyo reverso se imprimía el «Libro de las Revelaciones» en latín o alemán. Las ilustraciones están firmadas en el centro de la parte inferior y se cree que aquí tenemos, por primera vez, el monograma de Durero, tan famoso e imitado: AD. En la mayoría de las xilografías (grabados en madera), el artista dibujaba directamente sobre las planchas. Fue tal el éxito de su obra que en 1511 se publicó una nueva edición latina con un grabado más en la portada que representa a San Juan con la Virgen y el Niño.

El Apocalipsis fue considerado inmediatamente un objeto de colección y se hizo célebre en toda Europa. También se publicaron estampas sueltas sin texto y, a partir de 1515, aparecieron copias no sólo en Alemania, sino también en Venecia, Francia y Rusia, y no sólo en xilografías y buriles, sino en pinturas, relieves, tapices y esmaltes.

El tratamiento de las figuras, de los ropajes, y el concepto de la escena están tremendamente avanzados, con una calidad casi pictórica de los volúmenes y las sombras. El Apocalipsis será una obra de referencia básica para todos los que trabajaron la técnica del grabado a partir de entonces.

Las estampas que incluye esta magna obra son, por este orden: el martirio de San Juan Evangelista; San Juan ante el Señor y siete candelabros de oro; San Juan ante el Señor y los ancianos; los cuatro jinetes; la apertura del quinto y sexto sellos; cuatro ángeles detienen los vientos; siete ángeles con trompetas; el combate de los cuatro ángeles; San Juan devorando el libro que el ángel le presenta; la mujer vestida de sol y el dragón de siete cabezas; el combate de San Miguel y el dragón; la bestia con cuernos de cordero; la adoración del cordero; la cortesana de Babilonia; y el ángel con la llave mostrando a San Juan la Nueva Jerusalén.