Los Comentarios de Ghiberti, pórtico del Renacimiento en el arte


Los Comentarios que Lorenzo Ghiberti (1378-1455) escribió en sus últimos días, representan en su conjunto el gusto del siglo XIV y el preanuncio del Renacimiento. En el primer libro de la obra, Ghiberti recopila recuerdos de la antigüedad, traduciendo fragmentos de Vitruvio, Plinio y otros escritores con el propósito de extraer nuevos hallazgos del estudio de las antiguas normas. Da forma a las definiciones de pintor y escultor, basándose en la que Vitruvio hace del arquitecto, con alguna que otra modificación o añadido para ponerla al día. Reconoce, además, que escultura y pintura no sólo se realizan en la acción (por la materia), sino también en la teoría (por razonamiento). De este modo, asigna una particular importancia al «razonamiento». Los griegos «inventaron el arte de la pintura y la escultura, plasmaron la teoría del dibujo, sin la cual no es posible ser ni buen estatuario ni buen pintor». En tanto que escultor, Ghiberti se adhiere al criterio de la antigüedad que da preferencia a la forma sobre el color. «El dibujo es la base y la teoría» de la pintura y la escultura: con lo que comprobamos que ha desaparecido la civilización que nos mostraba Teófilo.

Ghiberti, en el tercer libro, se ocupa de la teoría del arte, inspirándose en los tratados de óptica antiguos y medievales, y sobre todo en el de Alhazen.

A pesar de todo, el valor crítico de la obra de Ghiberti reside en el segundo libro, donde habla acerca de los mejores pintores del siglo XIV por él conocidos y de dos escultores, entre los que se encuentra él mismo. Arranca de la serie de pintores florentinos señalada por Villani y dirige su mirada hacia los maestros romanos y sieneses. Escribe sobre los que conoce y que aprecia como artistas. Con lo cual la historia de los artistas constituye la consecuencia de su conciencia de artista: hecho que no se había vuelto a ver después de la antigüedad. Cree que la época del gran arte, que merece la misma consideración que el arte de la antigua civilización, se encuentra entre las últimas décadas del siglo XIII y la primera mitad del XIV. De este modo, Ghiberti subraya con toda claridad que considera su época como un período de decadencia, aun a pesar de Masaccio y Donatello, e incluso de él mismo. La forma con que se expresa es primitiva: no tiene las ideas de los humanistas, ni se mueve con facilidad en el ámbito de las categorías del juicio. A veces, sin embargo, su intuición es muy acertada y precisa. Así, se asigna el primer puesto en el «descubrimiento» de Giotto recuperador de muchísima de la sabiduría que había permanecido oculta durante seiscientos años, y que condujo el arte a la absoluta perfección». Quiero subrayar que esta concepción de Ghiberti es mucho más adecuada que la que ha prevalecido hasta nuestros días en las distintas historias del arte, en las cuales se habla de un inicio, un progreso, una perfección y una decadencia del arte. La paradoja de que el inicio es siempre la perfección es cierta, puesto que el arte se halla intrínsecamente ligado a la personalidad creadora. Es verdadera para Gíotto o Van Eyck, para Masaccio o Giorgione, para Rembrandt o Velázquez. La certeza de la perfección de Giotto se había difundido, y ya la hemos observado en Villani. Lo cierto es, sin embargo, que Ghiberti la ha adquirido de forma personal. Y en esta manera de concebir las cosas inciden tanto la referencia al arte por parte del concepto medieval de milagro, como el nuevo sentido humanista de la omnipotencia del hombre.

¿Cómo explica Ghiberti la grandeza de Giotto? «Aportó el arte natural y con él la gentileza sin salirse de las medidas». Si el «arte natural» y las «medidas» provienen de Plinio, la «gentileza» indica la afinidad entre Cennini y Ghiberti: se trata de la nobleza de sentimiento. Ghiberti admira de Stefano el efecto de movimiento obtenido en una tempestad y el relieve de una figura. De Bonamico subraya la soltura. De Maso define el estilo: «Abrevió en mucho el arte de la pintura». Plinio había denominado la pintura de Nicómaco de la siguiente manera: «pintura compendiadora», lo que Ghiberti tradujo por: «Este siguió la agilidad del maestro y halló ciertas abreviaciones de la pintura». En la obra de Maso que conocemos, expuesta en Santa Croce de Florencia, observamos que la eficiencia de la representación viene dada tanto por la aparición inesperada de las imágenes, como por la organización de la composición. En este sentido, la expresión «pintura compendiadora» es realmente adecuada. Ghiberti siente un especial entusiasmo por Ambrogio Lorenzetti y por los efectos dramáticos de sus pinturas. Aun cuando describe los relieves que él mismo, Ghiberti, realizó para las puertas del Baptisterio de Florencia, únicamente se ocupa de la representación. Es decir, se entusiasma ante el arte con el ojo del artista ingenuo que, al igual que el profano, concibe la pintura como un objeto natural, y ante ella se apasiona, goza y sufre, de la misma manera que los niños se comportan con respecto a los héroes de las novelas. No obstante, cuando compara Ambrogio Lorenzetti y Simone Martini, expresa algún que otro indicio de crítica. «El maestro Simone fue muy noble pintor y muy famoso: los pintores sieneses le consideraban el mejor pintor, pero a mí me parece de mayor interés Ambrogio Lorenzetti y, en todo caso, más sabio que ningún otro».

(L. Venturi, Historia de la crítica del arte. Gustavo Gili, Barcelona, 1982, pp. 90-92)