Agrippa: las matemáticas dialogan con la magia


Heinrich Cornelius Agrippa von Nettesheim (Colonia, 14 de septiembre de 1486-Grenoble, 18 de febrero de 1535) fue un escritor, reconocido experto en ocultismo, filósofo, alquimista, cabalista, médico y nigromante alemán. Desempeñó el cargo de secretario de la corte de Carlos I de España, además del médico de Luisa de Saboya, y ejerció como teólogo y militar en España e Italia. Fue profesor en las universidades de Dole y Pavía además de orador y defensor público en Metz (hasta ser denunciado por defender a una mujer acusada de bruja). Fue desterrado de Alemania en 1535 después de su pugna con el inquisidor de Colonia y encarcelado en Francia por criticar a la reina madre María Luisa de Saboya. Si se le considera "una figura relevante del Renacimiento como Leonardo da Vinci, Pico della Mirandola o Gerolamo Cardano" (Wikipedia) es porque su personalidad heterogénea, interesada por aquellos aspectos del saber que luego han quedado marginados por el modelo aplastante de la ciencia experimental, sintetiza a la perfección el rico crisol que constituyó el Renacimiento, una época donde el espíritu humano se abrió como nunca, para luego ir cerrándose hasta acabar en la clausura de las técnicas. Reproducimos un fragmento de su obra clásica, Filosofía oculta, en la cual se muestra capaz de hacer entrar en diálogo paradigmas que hoy consideramos antagónicas, como las matemáticas y la magia. Se puede leer el libro completo en este enlace.

Las ciencias matemáticas son tan necesarias para la Magia, y se relacionan tanto con ella, que quienes se dedican a ésta sin emplear aquéllas, no realizan nada de valor, pierden su tiempo, y jamás llegan al fin de sus designios; pues todo lo que existe y se realiza en las cosas de aquí abajo, a través de virtudes naturales, es hecho y conducido o gobernado con número, peso, medida, armonía, movimiento y luz, y todo lo que vemos en las cosas de aquí abajo, toma su raíz y fundamento de allá; sin embargo, a través de las ciencias matemáticas solamente, se puede producir sin virtud natural algunas operaciones semejantes a las naturales, porque éstas son, como dice Platón, cosas que no participan de la verdad ni de la divinidad; se trata de semejanzas ligadas unas con otras, como cuerpos que ambulan, hablan y carecen de virtud animal, como lo fueran otrora los ídolos o imágenes de Dédalo; se los llama autómatas, αυτόματα, y de ellos hace mención Aristóteles al hablar de las figuras de tres pies de Vulcano y Dédalo que se movían por sí solas; y Homero dice que combatían entre sí, y leemos que se desplazaban hacia el festín de Hyarbas, el gimnosofista, donde los invitados eran servidos por estatuas de oro que oficiaban de sumilleres y conserjes.

En la historia se observa, además, que las estatuas de Mercurio hablaban; y que la paloma de madera de Arquito volaba; y las maravillas de Boecio, que cuenta Casiodoro; Diómedes hacía sonar la trompeta; una serpiente de bronce silbaba; y había pájaros que entonaban melodiosas canciones. Todas las maravillas derivadas de la Geometría y la Óptica son de esta índole; a ellas nos referimos al hablar del elemento aire. Así se confeccionan diferentes espejos, unos cóncavos, otros columnarios, que representan las cosas en el aire, y las hacen aparecer, como sombras, a través de los espacios alejados fuera de sí; como lo enseñan Apolonio, y Vitelio en sus libros sobre la Perspectiva y los Espejos; y se sabe que el gran Pompeyo llevó de Oriente a Roma, entre los despojos, cierto espejo, en el que se veían tropas armadas; y se confeccionan ciertos espejos transparentes que, impregnados con determinados zumos de hierba, brillan con luz artificial y llenan todo el aire, en derredor, con admirables fantasmas. Y yo mismo sé confeccionar dos espejos voz masculina. Empero, cuando se sepa escoger una materia dispuesta y muy susceptible, y un agente muy potente, se producirán efectos seguros y muy maravillosos. Es un axioma de los pitagóricos que, en tanto las cosas matemáticas son más formales que las físicas, son más actuales, y en tanto dependen menos en su esencia, dependen menos en sus operaciones, y entre todas las cosas matemáticas, por ser los números más formales, son también más actuales; a ellos no sólo los filósofos paganos sino también los teólogos hebreos y cristianos atribuyeron virtud y eficacia, tanto para el bien como para el mal.